Brazil


  Un sistema burocrático vigila a los habitantes de una ciudad conmocionada por atentados terroristas en vísperas de la Navidad. 

  Sam Loury (Jonathan Pryce) es un empleado del Ministerio de la Información cuya torpeza y nerviosismo recuerdan a Stan Laurel. En sus sueños es un superhéroe alado que trata de salvar a una rubia mientras se oye un leitmotiv de Ari Barroso. 

   Sam visita a una mujer para compensarla por la detención y desaparición de su esposo. Por un agujero del techo aparece una vecina llamada Jill Layton: ruda y malhumorada camionera. 

  El fontanero 'free lance' Archibald Tuttle (Robert de Niro) intercepta una llamada de emergencia de Sam para arreglar el aire acondicionado. Tuttle representa la libertad que el sistema intenta reprimir calificándola de terrorismo. Sam consigue encubrir a Tuttle diciéndoles a los técnicos de Central Services que sus ductos se arreglaron solos.

   Sam acepta un ascenso a la sección Information Retrieval para tener acceso a la base de datos y encontrar a la rubia de sus sueños: Jill Layton.

   Sam Loury cruza el amplio hall de ingreso al edificio y recorre los interminables y laberínticos pasadizos hasta ocupar una de las estrechas oficinas.  

   Su amigo Jack Lint le confiesa que Jill es investigada por terrorismo y vinculada a Tuttle. Antes de dejar el edificio, Sam descubre de nuevo a Jill. Tras un incidente con el personal de seguridad, logra acompañarla hacia su camión. Ella conduce hasta una fábrica para recoger un paquete. Creyendo que se trata de una bomba, Sam acelera contra una barrera de detención siendo perseguidos por la policía.

   Como en “El baron de Munchausen” y “Time Bandits” (1981), la imaginación, la fantasía y los sueños funcionan como un escape de la realidad. Los personajes de “Brazil” intentan un camino diferente frente a un mundo deformado y satirizado que los aprisiona y controla. Sin embargo, Sam terminará atrapado por un proceso legal kafkiano. 




   A diferencia de la sombría y opresiva “1984” de Michael Radford y George Orwell, donde la vigilancia y la deshumanización son llevados a extremos, en “Brazil” (1985), la alegoría distópica es matizada por el humor del director Terry Gilliam y los decorados retro-futuristas: viejas máquinas de escribir con pequeñas pantallas o la obsesiva presencia de tuberías en casas y oficinas. Una sociedad caricaturizada al borde del caos que genera por momentos cierta confusión acrecentada sobre todo por el ritmo invariablemente intenso y agitado. 




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