La TV tiene un mérito...


La televisión me enamoró, yo nunca sentí por ella amor. Tuve una relación pragmática; sabía de su cobertura, de su poderío, lo que se podía hacer y me interesaba. Pero nunca me enamoré en el sentido que nunca me creí el hombre poderoso, ni el constructor de opiniones, ni el corrector de defectos, ni nada de lo que decían. Nunca me la creí. Siempre supe que era fugaz e ilusoria. Entonces, cuando me fui, no me suicidé ni deprimí. Cuando me fui echado, además. La televisión tiene un mérito, la intensidad, la inmediatez y su influencia. Pero tiene un demérito peligrosísimo: exige un nivel elemental del lenguaje y contenido. A uno lo apagan si quiere ser fino. La televisión exige lenguajes primarios, guiones muy precocidos. Uno termina con el léxico lesionado, elemental.

(Cesar Hildebrandt entrevistado por Luis García para Diario 16)



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