Zama
En "Zama" (2017), nueva obra de la argentina Lucrecia Martel, seguimos al Corregidor don Diego de Zama, protagonista de una novela de Di Benedetto, en sus intentos por dejar América y volver a España para reencontrarse con su familia; alguien que parece no tener
un rumbo definido, alguien cada vez más distanciado, desdramatizado, resignado
y finalmente aterrado ante lo desconocido. Hay un progresivo clima de
extrañamiento ya antes sugerido en “La mujer sin cabeza” (2008); un ambiente enrarecido por el zumbido
de los insectos, los susurros, los descubrimientos y las apariciones
sorpresivas.
El fin de las esperanzas por un
traslado a otra ciudad sudamericana y la travesía por la selva paraguaya en busca de un bandolero, parecen
transformar a don Diego de Zama y alejarlo de la realidad. Su punto de
vista crea una sensación de desconcierto. El viaje se vuelve tan incierto y
peligroso como el de algún explorador aventurero en los territorios del nuevo
mundo. Unos indígenas ciegos cruzan el campo en silencio, como fantasmas de
otra época, mientras las palabras del bandolero Vicuña se tornan de pronto
reveladoras y amenazantes.
Insinuación, ambigüedad y sutileza son
palabras que han definido la puesta en escena de la directora argentina. Gestos,
miradas y palabras engañosas. Revelaciones que terminan por desengañar y echar
por tierra las expectativas del Corregidor, un personaje entre la historia colonial
y la ficción literaria.
En esta entrevista, la directora se refiere a la trampa de la identidad en la que se encuentra el personaje de Zama en la novela de Di Benedetto. También explica su interés en el ritmo de la novela -más que en el argumento- y la importancia del sonido de la lectura por su relación con el lenguaje del cine.