Curiosas vidas



   “Para evitar la soledad prendemos nuestra música, cantamos, silbamos”, dice un picapedrero mientras camina entre las piedras y enormes paredes blancas de una desolada cantera de sillar.


  
Un hombre corta las hojas de los árboles con un machete, camina por una trocha en medio de la selva; su voz (en otro tiempo) recuerda a Piter Eustaquio. La cámara lo acompaña hasta un rio y una lancha y empieza a navegar lentamente. En otro pueblo, en otra ciudad, alguien se queja por vivir aislado y no poder ir a una posta médica.

   Otro hombre saca un durmiente de madera de los rieles, camina lentamente por las pampas puneñas entre un rebaño de ovejas mientras su voz (también en off) confiesa que tuvo un ataque al corazón y ahora ya no puede salir a negociar carneros en la ciudad. El tren se acerca y pasa lentamente frente a la cámara con su continuo y maquinal estrépito.


   El dueño de un barco naufragado en un rio de la selva recuerda cómo los familiares le exigían sacar a los muertos del rio. Algunos habían sido devorados por los peces. En ese accidente también murió Piter Eustaquio.


    La naturaleza y la extensa geografía peruana parecen aislar y transformar las vidas de las personas. Esa es la forma en que son vistos. El esquivo y misterioso Piter Eustaquio Rengifo Uculmana podría haber sido cualquiera de estos personajes del documental de
Gianfranco Annichini, contando sus azarosas y extravagantes vidas, recordando, tal vez inventando. 

  En los documentales de Annichini, dice Jose Antonio Portugal, hay un tema recurrente: el acercamiento a las personas –luego transformadas en personajes– desde los que se ilumina la particular realidad nacional, para articular un discurso cautivante que rescata, redime, y logra aproximar al espectador, obligándolo a mirar al personaje de una manera distinta, mostrándole una presencia usualmente desconocida o ignorada.
     



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