Stranded


   "La montaña no era materia inerte, estaba viva". 

  Una avalancha de nieve cubrió completamente los restos del avión donde dormian los jugadores uruguayos sobrevivientes. “Era como si estuviésemos cubiertos de cemento”, recuerda uno de ellos. No podían mover los brazos ni respirar. Algunos empezaron a ver imágenes de su infancia, una luz al final del túnel. Sentían una paz, un gran placer de no sentir nada. Alguien vino corriendo y empezó a escarbar en la nieve para desenterrar las cabezas. Al respirar, sentían que despertaban, que les volvía el alma al cuerpo, las ganas de seguir viviendo. 

   Uno de los jugadores encargado de las raciones de comida era muy estricto. La decisión fue tomada después de hablar y discutir entre ellos. Se trataba de comer y seguir vivos o morirse de hambre. Una pequeña navaja les sirvió para cortar la piel de los cadáveres.

   Escuchaban la radio y pensaban: "detrás de esa cordillera, los chilenos viven felices como si nada mientras nosotros seguimos aquí, muertos". Estaban muy débiles. Los días eran largos y pasaban lentamente. Nada ocurría; solo esperaban. Hasta que se dieron cuenta de que nadie vendría y debían hacer algo antes que se acabe la poca comida.

    “Stranded. I’ve come from a plane that crashed in the mountains" (2007) del uruguayo Gonzalo Arijón recoge testimonios de los ex jugadores uruguayos quienes reviven los interminables días de desaliento, debilidad e incertidumbre; las imágenes además recrean los meses de abandono físico y psíquico, soportando el frio y la soledad en la inmensa cordillera blanca de los Andes en 1972. Los silencios de los entrevistados -breves pausas entre los recuerdos dificiles- son tan reveladores como sus palabras.

  

   Día 66. Roberto Canessa y Fernando Parrado eran los que estaban mejor. Ambos treparon la montaña, demoraron varios días. El viento no los dejaba ascender; sus pantalones estaban mojados por la nieve. Parrado no podía seguir más. Buscaron un lugar donde pasar la noche. El viento amainó. Los otros veían cómo se volvían cada vez más pequeños en la montaña blanca.  Por la mañana, Canessa llegó a la cima y vio el paisaje al otro lado: “Esperaba encontrar algo verde”, recuerda. “En ese momento sentí que estábamos perdidos”. Canessa y Parrado siguieron caminando durante días. Alcanzaron un área sin nieve; y seguían. El cuerpo no les daba pero la voluntad los hacía continuar. Los otros perdían las esperanzas pensando que algo les había pasado. Solo nieve y más nieve...



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